viernes, 18 de noviembre de 2011

Consumir para vivir, vivir para consumir

En nuestra vida moderna consumidora de tiempo, se cree en la ficción de que todo padecimiento, angustia o dolor pueden ser resueltos con la adquisición de objetos.
El consumo se ha convertido en el motor de la producción, vender cada vez mas productos a mas gente, es la base del sistema liberal capitalista. La nueva publicidad parece considerar irrelevante la utilidad, calidad, composición o diseño del producto considerando mas importante utilizar como estrategia de venta el asociar a sus productos  símbolos que representen valores y emociones. A través de la publicidad se fabrican necesidades para abrir nuevos campos donde colocar los productos, se investigan ilusiones y apetencias para crear falsas necesidades a través de la mercadotecnia y el desarrollo de técnicas psico-sociales.  Podríamos preguntarnos ¿porqué ahora?, ¿que fue lo que cambió en nuestra sociedad?, no podemos negar que las publicidades actuales nos atrapan,  nos dejan pensando o  nos hacen reír, nos identificamos con determinados personajes que utilizan o tienen determinado producto, evidentemente mas allá del producto que vendan producen algo en cada sujeto… cuando un tiempo atrás solamente el foco estaba puesto en el producto en sí,  ¿donde está puesto el foco ahora?.
Nuestra  nueva cultura  produce un malestar contemporáneo que se expresa en la preocupación por la identidad, si bien la falta de identidad es inherente al ser humano, nos es necesario en determinado momento de nuestro desarrollo, prendernos a un   Ideal, identificarnos con eso. Así obtenemos una de las tantas respuestas posibles que tapone por un tiempo a esa falta de identidad. Por lo tanto es necesario prendernos para luego des-prendernos de dicho Ideal, para dejarlo caer.  La época actual se caracteriza por una  declinación de los Ideales,  vemos a un ser humano centrado en sí mismo, en su personalidad y en su cuerpo, con un individualismo atroz y los objetos de consumo, en todas sus variedades, vienen al lugar del Ideal faltante,  donde parecería que cuando se obtiene el objeto se colma el ser, hasta que ese objeto cae, se desecha y se va en la búsqueda de uno nuevo y así sucesivamente… nos encontramos atrapados en un círculo  del  que parece imposible salir.
El discurso de la época   empuja  cada vez mas al sujeto  a un consumo sin limites, hay una transformación del deseo en necesidad donde todos somos adictos en potencia, y a todo, todo parece esperarse del objeto y nada del sujeto.
El discurso psicoanalítico apunta a que el sujeto se haga responsable de lo que goza y cómo goza. ¿De que manera?, Lacan propone la ética del bien-decir, ésta no se trata de una doctrina de valores o normas que dirían donde está el bien del sujeto, se trata de que el sujeto se reconozca en el inconsciente, asociando libremente, bajo la regla de decir todo lo que acuda a su mente. Los efectos de un psicoanálisis son puramente discursivos, de lo que se trata es de afrontar la angustia de la época.
Los brillos del mundo no son necesario para la vida, lo único que vale es que cada quien viva de acuerdo a lo más autentico de sí, a su deseo.

Lic. Romina Giuliante
Psicóloga UBA 

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