Cuando
nacemos necesitamos de Otro, eso lo sabemos todos… necesitamos que alguien
cuide de nosotros, nos dé de comer, bañe, duerma, etc. pero no alcanza
solamente con eso. Un bebé no sólo se alimenta de leche, también se alimenta de
símbolos. Palabras, mimos, miradas, caricias… el lenguaje transformará el organismo natural de
ese pequeño en un cuerpo, este cuerpo ha
perdido lo instintivo al ser tocado,
nombrado, libidinizado por quienes se
han ocupado de sus cuidados. ¿Cómo ocurre
esto?, observemos por un momento a una madre interactuar con su hijo,
¿Qué vemos?, ¿Qué escuchamos?: “De quien son esos jamoncitos”, “quien es el
bebé más hermoso/lindo”, “Las pecas/lunares de mamá”, “La panza de papá”, “Nariz
de chanchito/ de porotito” etc, etc, infinitas serán las palabras, las formas
de nombrar a ese niño/a y a su cuerpo,
la forma en que es acariciado, besado, determinará a ese futuro sujeto, determinará
la forma en que ese sujeto disfrute y marcará
el camino por el cual hallará su
satisfacción.
En Tres
Ensayos para una teoría sexual, Freud dirá que la madre despierta la sexualidad
al erogenizar el cuerpo del niño con sus caricias, miradas, con su voz, con sus
demandas y expectativas. La madre demandará al niño que duerma, que coma, que
hable, que calle, que controle esfínteres, transformando así las funciones fisiológicas naturales en
pulsiones.
Como ya nos
enseñó Freud, no solo se trata de cubrir las necesidades básicas de
supervivencia, sino que lo que nos hace diferentes de otros animales es que
necesitamos que Otro nos desee, que nos dé un lugar (incluso antes de nacer),
Otro que nos proporcione un “ser”, aunque este “ser” sea seguramente erróneo, aunque sea cuestionado,
detestado o disfrutado, de aquí se parte. Luego si se quiere, se pondrá en cuestión en un análisis estos lugares/seres que nos han sido otorgados
y que hemos tomado.
Una madre (o
todo aquel que cumpla esa función), puede anhelar muchas cosas para ese bebé,
puede esperar de él infinitas cosas: En
cuanto a lo físico, que tenga los ojos del papá, la altura de mamá. En cuanto al temperamento o carácter, que
sea tranquilo/a como la abuela, alegre como la tía, que no sea como el abuelo, en fin… Anhelos como: “va a ser la más
hermosa, inteligente” – “Va a ser de carácter fuerte, se va a hacer respetar” –
“no le va a tener miedo a nada” – “será el príncipe de la casa”- “él que nunca
trajo problemas” . Estos anhelos o expectativas
pueden ir acompañados o no de un deseo, es importante saber que no es lo mismo,
ya que el deseo en psicoanálisis es inconsciente e innombrable. El deseo de esa
madre/padre es inconsciente, y
seguramente tendrá que ver con sus vivencias
infantiles y con el lugar (también inconsciente) que a ella/él le han dado. Es innombrable, con esto quiero decir que al ser inconsciente no hay una palabra,
un símbolo, frase algo que defina a ese deseo. En un psicoanálisis, de lo que
se tratará, entre otras cosas, es de ponerle palabras a ese deseo, que se desplace,
que se empiece a mover, que se transforme
en acciones, actividades, profesiones,
pasatiempos, ocio, esparcimientos…
Se tratará
de poner en cuestión ese lugar, ese ser tomado, se invitará al sujeto a que se pregunte porqué, para qué responde a ese lugar (por ejemplo “El que
nunca trajo problemas”), preguntarse qué beneficios le trae, que satisfacciones
(si es que las tiene).
Se trata en definitiva de cuestionar el discurso en el que cada ser humano
ha sido insertado. ¿Para qué?, puede ser
para varias cosas… para saber porqué lo hacemos o porqué NO lo hacemos, para
padecer menos y disfrutar un poco más, para poder tener una posición diferente
frente al Otro.
Lacan nos dice: “No da lo mismo un sujeto que
siempre estuvo sometido a otro que lo aplastó, llámese a este otro: causa,
padre, religión. A que ese sujeto empiece a jugar su propia carta, sin estar
siempre esperando el permiso del Otro, su palabra o su deseo.”